Su belleza la convertía en la chica mas codiciada de la pequeña localidad en la que vivía, por desgracia esa misma belleza la convertía también en la envidia de las demás jóvenes con las que convivía.
Su cuerpo delgado y desarrollado, su piel blanca y suave y su pelo oscuro como la noche. Pero lo mas llamativo eran esos dos ojos, ojos verdes como una esmeralda. No había chico que se resistiera, con una sola mirada ellos deseaban poder abrazarla y nunca soltarla, deseaban estar con ella para siempre.
Muchos lo intentaron y todos y cada uno de ellos fallo, ella simplemente continuaba riéndose en sus caras, considerandos indignos de su belleza.
Ella estaba profundamente enamorada de Mark, el chico que a su vez todas deseaban pero ninguna podía tener. Cuando ella lo miraba perdía toda su confianza, no le salían las palabras y sentía un horrible nudo en su garganta.
Un día ella descubrió una carta sobre su pupitre del colegio, "Una más de tantas" pensó sonrió y la abrió, pero el contenido de esta la extraño, con una letra prolija alguien escribió, "No te acerques a Mark, el solo te va a hacer sufrir, estuve viendo como lo miras, él no te merece."
Ella jamas había confesado su amor por Mark a nadie, de repente se sintió furiosa, "Alguno de esos anormales me estuvo espiando.", destruyo la carta sin siquiera ver quien la había firmado y salio al pasillo. Finalmente vio a Mark a pocos pasos de ella, "Ojala estés viendo esto" pensó en quien envió la carta, tomo coraje y beso a Mark delante de toda la escuela.
Ambos quedaron mirándose por varios segundos luego del beso. Pero de repente Mark estallo en risas, ella no podía creer lo que estaba viviendo, la persona que ella mas amaba se estaba riendo de ella en su cara.
Se dio vuelta llorando y camino hasta el aula. En la puerta de la misma un chico apoyo su mano en su hombro y le dijo algunas palabras de consuelo, aún así su reacción fue quitarle violentamente el brazo y gritarle: "¡No me toques anormal! ¡No podes tocarme, vos no sos nadie!." Y dicho esto entro a el aula.
Las horas pasaron y ella no lograba sentirse bien. Seguía pensado en la carta, y en al risa de Mark, la risa que le hizo sentir humillada por primera vez en su vida.
Quería estar sola, quería dejarse llevar, y eso hizo.
Se puso su campera y salio a las frías y oscuras calles.
Cuando de repente el silencio y la oscuridad lo tomaron todo y cayo al suelo.
Cuando despertó sintió un dolor de cabeza tremendo, frió e incertidumbre. ¿Se había desmayado? ¿Donde estaba? ¿Cuanto tiempo había pasado?
Sentía su cara empapada y se daba cuenta de que estaba atada a alguna especie de camilla metálica. Cuando de repente una voz sonó e hizo eco en las 4 paredes.
- Veo que finalmente despertaste Sara.
Ella no pudo identificar la voz. No tenía idea de que era lo que estaba pasando...
- ¿Do... Donde estoy? - Fue lo único que atino a decir. Se sentía débil.
- Estas en un lugar donde nadie te va a escuchar.
La voz fue cortante, sintió como su corazón daba saltos en su pecho, estaba desesperada, quería salir de ese lugar de manera inmediata.
Aún dudando se atrevió a preguntar.
- ¿Quien sos?
- ¿Quien soy? - Una risa resonó en sus odios - Soy toda la gente que rechazaste sin siquiera escuchar sus nombres, soy los amigos que traicionaste, soy las personas que humillaste, soy a quienes nunca escuchaste, soy todos los idiotas que se enamoraron de tu mirada. Pero para vos... Para vos soy Nadie. Y te prometo una cosa, nadie mas va a sufrir por vos... No a partir de esta noche.
Sintió como Nadie aflojaba las ataduras de sus manos y pies, y con la poca fuerza que tenía giro sobre si misma y callo sobre el piso frió.
La sala en ese momento era completo silencio. Se arrastro hasta tocar una pared y se levanto. Dirigió su mano a su cabeza y se quito la venda... Para su sorpresa todo estaba igual de oscuro que antes. Sara estaba ciega...
- ¿¡Qué me hiciste!? - Grito con todas las fuerzas que pudo reunir.
La voz seguida de una risa volvió a sonar.
- Me encargue de que nadie vuelva a sufrir lo que yo sufrí por vos, me encargue de que tu mirada no vuelva a enamorar a nadie...
Temblando Sara llevo su mano a su cara y las deslizo hasta sus cavidades oculares mientras la voz seguía hablando.
- Me encargue de que solo tengas ojos para mí.
Con un grito de horror Sara comprobó que sus hermosos ojos verdes, sus esmeraldas, ya no estaban.

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